¡Es la inflamación! ¡Y es la comida! Y causa dolor

ene-comidaEn varios estudios a pequeña escala se había demostrado una asociación positiva entre la obesidad central y los niveles de percepción de dolor. En 2012, la Organización Gallup se fue a una escala mayor al encuestar en USA a 1.062.271 individuos, encontrando que las personas que son obesas son mucho más propensas a tener dolor diario.

A esta misma conclusión se llegó en el IX Congreso de la Federación Europea del Dolor celebrado en 2015, el cual se reseñó en MiradorSalud: el Índice de Masa Corporal (IMC), los hábitos alimentarios y la sensibilidad al dolor se encuentran evidentemente relacionados entre sí. Las personas con un IMC más alto parecen estar en riesgo de padecer dolor con más frecuencia.

¿Cómo se establece esta asociación obesidad – dolor?

Relacionándola con inflamación y con la alimentación.

El IMC está muy asociado al tipo de dieta de los individuos. Una dieta no saludable, poco variada, con desequilibrio en el consumo de algunos grupos de alimentos sobre otros, alta en grasas saturadas, alta en azúcares libres, baja en frutas y hortalizas ricas en fibra y en micronutrientes, y en fitoquímicos no nutrientes como los polifenoles que son potentes antioxidantes, producirá en el organismo citoquinas o proteínas activadoras e indicadoras de inflamación que dependen de la dieta.

Un estado inflamatorio se comprueba clínicamente al medir los niveles de marcadores de inflamación en la sangre, como son las proteínas de fase aguda interleuquina (IL) 6 y la proteína C reactiva (PCR). ¿Se ha hecho usted analizar este parámetro?

Durante la inflamación, las citocinas estimulan la síntesis de prostaglandinas (PGE), que son un conjunto de sustancias lipídicas que se sintetizan a partir de ácidos los grasos esenciales de 20 carbonos, (se les llama esenciales porque el cuerpo no puede producirlos, y en consecuencia, deben incorporarse a través de los alimentos), mediante la acción de diferentes enzimas como ciclooxigenasas, lipooxigenasas, peroxidasas, etc. Las prostaglandinas actúan como importantes mediadores celulares, con efectos diversos, a menudo contrapuestos. Hay varias clases de PGE.

Por citar solo una de sus importantes funciones, por ejemplo, las PGE2 son fundamentales en la respuesta inmune de defensa de nuestro organismo ante cualquier ataque, pues contribuyen a aumentar la permeabilidad de los tejidos para que los glóbulos blancos los puedan atravesar y llegar a los sitios afectados. En consecuencia, generan inflamación, dolor, edema, fiebre. A la PGE2 se le llama prostaglandina de guerra, e incluso prostaglandina “mala” por ser proinflamatoria, aunque la inflamación es necesaria como respuesta inmune. Por otra parte, están las PGE1 y PGE3 que disminuyen la inflamación, y se les llaman prostaglandinas “buenas” o de paz, por ser antiinflamatorias. Los científicos que dilucidaron la estructura y función de las prostaglandinas ganaron el premio Nobel de Medicina en 1982.

Origen alimentario de las prostaglandinas. Su relación con los ácidos grasos Omega-3 y Omega-6

Los ácidos grasos O-3 y O-6 son un tipo de grasas poliinsaturadas que se consideran esenciales y se encuentran en alimentos como el pescado, los frutos secos, las hortalizas de hoja verde oscuro y crucíferas, y los aceites vegetales como el aceite de canola y de girasol.

Las PGE3 que tienen efecto antinflamatorio se forman a partir de los ácidos grasos O-3 que se encuentran sobre todo en el pescado azul (aceitosos), mariscos, almendras, nueces, soya, en algunos aceites vegetales como los de linaza, nuez y canola o colza.

Las PGE1 que también tienen efecto antinflamatorio se forman de los ácidos grasos O-6 que se encuentran en las carnes rojas y de aves, los huevos, las frutas secas y los aceites vegetales como el aceite de canola y de girasol.

Las PGE2 proinflamatoria, se forma a partir del ácido araquidónico, que es un ácido graso poliinsaturado de la serie O-6, formado por una cadena de 20 carbonos presente sobre todo en la grasa animal, fundamentalmente de carnes, huevos y lácteos.

Por lo tanto, para disminuir o prevenir los estados inflamatorios, es importante tener un correcto equilibrio de las PGE, el cual viene dado por un adecuado consumo de los ácidos grasos esenciales. En una dieta equilibrada en O-3 y O-6, ambas sustancias pueden trabajar en conjunto para beneficio de la salud. El consumo de estos ácidos sin un correcto equilibrio, con ácidos grasos O-6 en exceso, y poco O-3, produce inflamación y puede contribuir al desarrollo de enfermedades; por ejemplo, de índole coronaria, cáncer y artritis.

En una dieta saludable la relación de ácidos O-6/ O-3 debería ser como mucho 4/1. En una típica dieta norteamericana la proporción de ácidos grasos O-6/ O-3 puede ser 11 a 30 veces mayor que la de O-3, facilitando el aumento en la tasa de trastornos inflamatorios en los Estados Unidos. Se recomienda entonces un consumo bajo de grasas animales para no excederse con el O-6, precursor de la PGE2 que es proinflamatoria, entre ellos, el ácido araquidónico (siempre se necesita algo de araquidónico para la respuesta inmune inflamatoria necesaria para atacar antígenos), y se recomienda aumentar las fuentes de O-3. Debe recordarse también que las hortalizas pueden ser una fuente importante de ácidos grasos O-3 y O-6: brocoli, col rizada, espinacas, coles de bruselas, col china perejil, coliflor, calabaza, etc.

Inflamación sistémica crónica, de bajo grado

La inflamación es un proceso útil y eficiente en condiciones normales, pues es parte de la respuesta inmune de nuestro organismo. Puede ser aguda y se limita y extingue cuando desaparecen sus causas: un agente infeccioso, una toxina, un daño físico, estrés metabólico, etc. La respuesta inflamatoria aguda es normalmente autolimitada.

Sin embargo, si ocurre la persistencia del estímulo que dispara el proceso, la inflamación puede no resolverse totalmente y entonces, el proceso inflamatorio puede hacerse crónico, no agudo. La inflamación crónica es de bajo grado, persistente, y produce respuestas que con el tiempo conducen a la degeneración del tejido involucrado.

Unos elevados niveles de marcadores de inflamación en la sangre, indicarían la existencia de una inflamación sistémica crónica, de bajo grado (ISCBG).

Una ISCBG puede ser un factor de riesgo para muchas enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares, diabetes, Alzheimer, cáncer, depresión, obesidad.

Hoy en día se considera a la obesidad como una enfermedad inflamatoria y lo discutimos en MiradorSalud: Cuando engordamos, los adipocitos aumentan en número y en tamaño, y segregan citoquinas que contribuyen a un proceso inflamatorio que no se resuelve, y se hace crónico.

La inflamación del tejido adiposo, sistémica, crónica, de bajo grado, se convierte entonces, en un factor de riesgo para síndrome metabólico, que contribuye a la patogénesis de enfermedades crónicas como la diabetes mellitus tipo 2 y la enfermedad cardiovascular.

En estas enfermedadedes, moléculas proinflamatorias, formadas a partir de los alimentos que consumimos, disparan la respuesta inmunitaria y producen inflamación, que al no poder ser eliminados fácilmente, perpetúan la respuesta y contribuyen con la persistencia de la enfermedad.

Las alteraciones que se dan en el tejido adiposo en expansión son muy similares a las de una inflamación aguda clásica, involucrando modificaciones del endotelio local que permiten el paso selectivo de neutrófilos, macrófagos, y linfocitos.

“Inflammaging”

Algo muy importante observado en los estudios es que la sensibilidad al dolor parece aumentar con la edad, lo cual habla de un proceso en desarrollo. Los expertos lo explican sí: Con el aumento en la expectativa de vida del ser humano, los individuos se encuentran expuestos por más tiempo a distintos antígenos que, junto con el envejecimiento del sistema inmunológico, favorecen el establecimiento de un estado inflamatorio crónico de bajo grado con aumento en la expresión de citocinas proinflamatorias. Este estado denominado “inflammaging” se caracteriza por un envejecimiento de origen inflamatorio.

El “Inflammaging” es un factor de riesgo muy importante para la morbilidad y mortalidad en personas de edad avanzada, ya que la mayoría, si no todas las enfermedades relacionadas con la edad comparten una patogénesis inflamatoria.

El “Inflammaging” puede ser prevenido y curado, y algunos estudios reseñan la investigación de agentes que eliminan las células senescentes. Para combatir la immunosenescencia, que es un fuerte impulsor de la inflamación crónica, se evalúa la sustitución del timo u otras estrategias, como por ejemplo, la neutralización sistémica o local de las citoquinas proinflamatorias tal como en la vacuna contra CMV (citomegalovirus), y VIH, para aumentar la función inmune adaptativa y reducir la erosión del sistema inmune. Pero, es el estilo de vida saludable, realizar ejercicio físico de acuerdo a la edad, y una dieta saludable, rica en antioxidantes de origen vegetal, que incluya pro y prebióticos (y en el futuro próximo ad hoc, hasta un posible trasplante fecal de microbiota), pueden contribuir a reducir el “inflammaging” y las patologías relacionadas con la edad. Estas últimas estrategias son totalmente factibles y podrían ser aplicadas a nivel de población.

Alimentación, inflamación y dolor

Como vimos, la dieta puede influir en la inflamación, en el sistema inmunológico, y también en aspectos tan importantes como la función articular, y el microbioma. Una dieta adecuada afecta positivamente estos aspectos y puede eliminar los factores desencadenantes del dolor, y reducir las deficiencias.

Una dieta inadecuada cambia la estructura microbioma, lo que puede afectar la digestión. Con el tiempo, esto puede tener un efecto significativo sobre la diversidad de nuestra flora. Esta falta de diversidad está directamente vinculada a muchos estados de dolor, incluyendo dolor pélvico crónico y síndrome del intestino irritable

El consumo de alimentos altamente procesados también pueden afectar a las células cebadas o mastocitos que se convierten en “hiper-excitables”, causando dolor. Varios trastornos conectados a mecanismos mediados por mastocitos incluyen migraña, fibromialgia y dolor neuropático.

Todo esto ha llevado a clasificar los alimentos como anti-inflamatorios y pro-inflamatorios. Recomendamos el artículo “Dieta e inflamación” publicado en Anales Venezolanos de Nutrición

La Academia Americana de Manejo del Dolor (AAPM por sus siglas en inglés), en su reunión anual de 2016, en Palm Spprings, California, anunció que lo mismo que la American Heart Association y la American Diabetes han desarrollado recomendaciones dietarias para enfermedades cardiovasculares y diabetes, la AAPM, ahora llamada Academy of Integrative Pain Management (AIPM), espera publicar muy pronto sus recomendaciones dietarias, las cuales esperaremos con entusiasmo.