La Rubeola

La rubeola también llamada Sarampión Alemán, es una enfermedad contagiosa aguda, causada por un virus que se propaga por núcleos de gotitas transportadas por el aire o por contacto íntimo. El individuo enfermo, puede transmitir la enfermedad desde una semana antes del inicio del exanterma (brote en la piel), hasta una semana después de que éste desaparezca.

Los lactantes que adquirieron el virus a través de sus madres (intraútero), son potencialmente infecciosos durante muchos meses después del nacimiento.

Muchos casos de rubeola son diagnosticados erróneamente o pasan inadvertidos, al presentar síntomas muy leves.

Las epidemias usualmente aparecen a intervalos irregulares durante la primavera.

El período de incubación del virus es de 14 a 21 días, con un período llamado prodrómico (de 1 a 5 días antes de la presentación de la infección que se presenta solo en niños, no en adultos). Produce malestar general y tumefacción (hinchazón) dolorosa característica en los ganglios cervicales (alrededor del cuello y por detrás de las orejas). El exantema (brote de la piel) es similar al del sarampión. Se inicia en la cara y el cuello y se extiende luego hacia el tronco y las extremidades.

A nivel del paladar se pueden observar unas manchas de color rosado, que más tarde se pueden unir formando una placa roja. Se presenta también enrojecimiento de la faringe, sin dolor de garganta.

El ras (brote de la piel) por lo general dura 3 días. En el adolescente o adulto se presentan escasos síntomas constitucionales o ninguno, se puede presentar malestar general, dolor de cabeza, fiebre, dolor en las articulaciones y mucosidad nasal moderada.

La enfermedad cobra importancia durante el embarazo, sobre todo en los primeros cuatro meses de gestación. Se pueden producir abortos, niños nacidos muertos a la hora del parto y defectos congénitos.

La Rubeola congénita es una infección producida en el feto como resultado de infección en la madre durante el embarazo. Si la madre presentó la infección 2 a 3 meses antes del embarazo, habrá riesgo para el feto también.

Las primeras 8 semanas de gestación son las más susceptibles para el feto, con mayor probabilidad de defectos congénitos, ya que es una época muy importante del crecimiento fetal, con numerosos órganos y sistemas en pleno desarrollo, que pueden ser afectados por el virus.

Afortunadamente, gran parte de los niños con Rubeola congénita no presentaran anomalías al nacimiento. Pero, si presentan anomalías, se puede encontrar una combinación de defectos cardiacos, oculares y del sistema nervioso central.

La lesión del corazón más frecuente es un defecto en el desarrollo de la arteria pulmonar y otro padecimiento llamado persistencia del conducto arterioso. Los niños también tenderán a ser de bajo peso al nacer y presentar anomalías en los ojos (enfermedades de la retina y cataratas). Las anomalías a nivel del Sistema Nervioso Central pueden presentarse como sordera, deficiencias intelectuales (retraso mental) y problemas motores.

Los niños con Rubeola congénita pueden diseminar el virus durante los primeros 6 meses de vida. Se pueden encontrar virus en la faringe, orina, leucocitos, conjuntiva de los ojos, heces y el líquido céfalo-raquídeo.

Es recomendable la vacuna en la población susceptible como la mujer en edad reproductiva, sin embargo, la vacuna no deberá de ser aplicada a la mujer embarazada o 3 meses antes del embarazo. Se enfatiza mucho la vacuna con virus vivos atenuados en niños, para reducir los chances de un brote epidémico y de este modo proteger también a la mujer embarazada.

La vacuna no deberá de ser aplicada a individuos con el sistema inmune alterado (leucemia, linfoma, o cualquier otra en enfermedad maligna, en tratamiento con esteroides, radiación o quimioterapia).

La única prueba de inmunidad al virus, deberá de realizarse con exámenes de laboratorio, para demostrar la presencia de anticuerpos contra el virus de la Rubeola. La enfermedad produce una inmunidad permanente.

La enfermedad en el adulto es moderada y no se necesita un tratamiento específico. No hay tratamiento para la infección materna o congénita, por lo tanto la prevención es el arma fundamental para combatir el virus.