Tabaco y alcohol: de tal palo tal astilla

Niños con padres fumadores o bebedores reproducen los hábitos de consumo de los padres, según un estudio norteamericano.

Desde muy pequeños los niños aprenden los hábitos de vida de los padres y en el caso del consumo de tabaco y de alcohol no son una excepción, como ha confirmado un estudio norteamericano. A partir de un juego infantil en el que niños de entre dos y seis años se les daba la posibilidad de “comprar” lo que quisieran, casi el 62 por ciento adquirió alcohol, el 29 por ciento cigarrillos y el 24 por ciento ambos productos. ¿El origen? Todos ellos eran niños con padres consumidores de una y/u otras sustancias adictiva.

Un grupo de expertos del Departamento de Ciencias Psicológicas y Cerebrales de la Universidad de Dartmouth en New Hampshire (EE.UU) han decidido trasladar los estudios de prevención de alcoholismo y drogas hasta los más pequeños de la casa, con resultados reveladores publicados en Archieves of Pediatrics and Adolescent Medicine.

A partir de juegos infantiles y mediante entrevista a los padres han analizado la influencia que tiene el consumo paterno o materno de alcohol y/o tabaco en niños de dos a seis años, así como las consecuencias del visionado de películas de adultos en estas edades. Así, a través de dos muñecos previamente elegidos por el propio niño -uno que lo representaba a él mismo y otro, a un amigo al que invitaba a su casa a comer algo- se les daba la posibilidad de adquirir los productos que quisieran de una tienda de juguete. En el establecimiento, además de poder comprar fruta, cereales, postres, caramelos y medicinas, entre otros productos, también se incluían cigarrillos y bebida alcohólicas. ¿El límite? La capacidad del carro de la compra.

A partir de este juego, se descubrió que casi en el 29 por ciento de los casos, adquirieron cigarrillos, en el 62 por ciento alcohol y en el 24,1 por ciento de los niños, ambos productos. Lo más revelador del estudio fue que los pequeños más propensos a comprar tabaco y alcohol fueron aquellos cuyos padres fumaban y bebían al menos una vez al mes, aunque fuese en un entorno social y no “adictivo”. Por otro lado, a la hora de añadir cerveza o vino al carro de la compra, también fue determinante en hecho de haber visto películas de adultos.

Los autores del estudio subrayan que “las expectativas positivas que unen el tabaco y el alcohol con acontecimientos sociales que estos niños perciban en sus primeros años de vida, podrían promover su consumo cuando sean lo suficientemente mayores para encontrarse en este tipo de situaciones” . En este sentido, destacan la necesidad de llevar a cabo programas preventivos dirigidos tanto a los más pequeños de la casa como a sus progenitores”.